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de Tom Perreault*

Ponencia de Tom Perreault en Santiago, Chile. Fuente: https://twitter.com/ENTITLE_EU/media

Esta charla es un intento de dar sentido a unos dilemas o contradicciones inherentes en la ecología política.

Quiero empezar por proponer que entendamos la ecología política como una aporía.  Una “aporía” es una paradoja de lógica insuperable. Es un término utilizado por el geógrafo norteamericano Joel Wainwright para describir el desarrollo socio-económico; en el sentido de que, a pesar de todos sus problemas y desigualdades, es imposible no querer el desarrollo.

En el mismo sentido, veo la ecología política—y en particular la producción de una ecología política verdaderamente post-colonial y anti-colonial—como una aporía.

El colonialismo de los saberes es un problema fundamental, que atraviesa el mundo académico e incluso la ecología política. Sin embargo, no podemos alejarnos de la lucha intelectual, ni de la participación en la investigación y el activismo. Y creo que la ecología política es una perspectiva que nos permite seguir esta lucha.

He estado pensando mucho en la ecología política, durante los meses y años pasados, mientras he trabajado como co-editor del libro Handbook of Political Ecology. Quiero cuestionar justamente lo que es, y para qué existe, nuestro campo. En el hacer este cuestionamiento, tengo más preguntas que respuestas.

Me llaman la atención dos pares de preguntas. 1) ¿Quién soy, y por qué estoy aquí? 2) ¿Qué es la ecología política? y ¿Para qué es la ecología política? Ambos pares de preguntas preguntan algo sobre la identidad.

¿Quién soy, y por qué estoy aquí?

Quisiera creer que la respuesta tiene que ver con mi reputación académica, mis investigaciones sobre la ecología política del agua, industrias extractivas y movimientos indígenas-campesinas en la región andina.

Pero hay algo más, algo un poco más profundo e histórico. Mi presencia aquí, como latinoamericanista, como académico del Norte en una conferencia del Sur, tiene que ver con las historias coloniales y las políticas de la Guerra Fría de los mediados del Siglo XX.

La educación internacional en los países del norte—es decir el establecimiento de centros académicos de ‘Estudios Regionales’—tiene raíces en los esfuerzos norteamericanos y europeos tanto para entender el llamado ‘Tercer Mundo’ con el fin de efectuar políticas de desarrollo y dominación en el mismo. Hay que entender la institucionalización de estudios latinoamericanos del norte en este contexto.

Así funciona la producción discursiva y material del imaginario geográfico, como nos ha enseñado Edward Said en su estudio magistral Orientalismo. América Latina como región ha sido producida—discursivamente y materialmente—por las relaciones coloniales.

Upside down world map (detail). Fuente: http://www.danielyeow.com/

Mapa al revés. Fuente: http://www.danielyeow.com/

No estoy contando esta historia para confesar mis pecados como “gringuito”—mi propósito no es pedir disculpas.  Sin embargo, es importante reconocer las conexiones históricas entre el proyecto colonial y nuestros proyectos académicos, intelectuales y políticos.

La ecología política, como campo académico con fuerte compromiso por la investigación de campo en el llamado ‘Tercer Mundo,’ ha sido también fruto del proyecto colonial. Vale reflexionar, pues, sobre la naturaleza de nuestro proyecto intelectual, que nos llama la atención sobre el segundo par de preguntas.

¿Qué es la ecología política?, y ¿Para qué es la ecología política?

Hay varias corrientes de la ecología política, vinculadas a tradiciones lingüísticas y nacionales.  La de Ámerica Latina es una ecología política que viene del mundo colonizado y que está aliada directamente con las luchas libertadoras y anti-coloniales, con la experiencia directa de la pobreza y la opresión.

No quiero negar las formas de dependencia que existen en la academia entre el Sur y el Norte.  Todos sabemos que el inglés es la lingua franca del mundo académico; existe mucha presión en todo el mundo académico para publicar en inglés, en revistas y con editoriales basados en el Norte global.

Esta relación de dependencia es, también, un resultado de la colonización lingüística y de saberes. Y demanda una respuesta basada en una política—y una ecología política—anticolonial y descolonizadora.

Cabe preguntar de nuevo, ¿qué es la ecología política?  Yo he sido educado en la rama anglófona, con sus raíces en la ecología cultural, estudios agrarios y de desastres naturales.  Es la rama influenciada por Piers Blaikie, Harold Brookfield, Michael Watts y Susana Hecht, y que viene principalmente de los años 80. Pero en verdad tiene una historia más amplia y más profunda, influenciada por las luchas radicales de los años 60—por los movimientos anti-racistas, anti-guerras, y ambientalistas; y, por supuesto, por las luchas campesinas y anti-coloniales.

Dentro de la academia, la ecología política anglófona fue fruto del encuentro fecundo entre la geografía y el marxismo.  En esta perspectiva, las obras de David Harvey y Neil Smith sobre la producción capitalista de la naturaleza, también forman parte de la genealogía de la ecología política. Pero no podemos definir el campo intelectual y político por sus libros, delimitándolo como una religión.

Tres compromisos interconectados de la ecología política

Para mi, la ecología política está caracterizada por tres compromisos interconectados:

(1) Compromiso teórico: La ecología política se caracteriza por su compromiso con la teoría crítica y un entendimiento post-positivista del mundo. Esta perspectiva reconoce que no se puede separar la naturaleza y la producción del conocimiento de las relaciones de poder que moldean la naturaleza. Esta ecología política ha sido influenciada especialmente por el marxismo, que pone atención en las relaciones de producción y consumo y en las relaciones sociales de clase y de la propiedad. Y, por supuesto, en la producción capitalista de la naturaleza.

Más recientemente, la ecología política ha sido influenciada por las teorías del post-colonialismo y feminismo y ciertas líneas del pensamiento post-estructural (especialmente el trabajo de Foucault). Estas ponen énfasis en la diversidad social, la variedad de formas de organización social de la explotación—y, por supuesto, de liberación.  Al tener un compromiso post-positivista, la ecología política es fundamentalmente un proyecto epistemológico.

(2) Compromiso metodológico: La ecología política requiere un compromiso con una metodología post-positivista.  Entendemos que existen aspectos vitales de las relaciones socio-naturales que no se pueden entender a distancia—por imágenes de satélites o encuestas extensivas.  En cambio, tenemos un compromiso con métodos etnográficos abiertos, cualitativos y en profundidad. Es una metodología sumamente plural. Utilizamos varios métodos en combinación: entrevistas, análisis de documentos y/o archivos históricos, encuestas; y a veces métodos prestados de las ciencias ecológicas y geológicas.  No es una metodología en contra del análisis cuantitativo, sino que entiende que existen aspectos centrales de las relaciones sociales y socio-naturales que se puede entender únicamente a través del análisis cualitativo.

(3) Compromiso político: Por fin, la ecología política también tiene un compromiso político y ético a la justicia social. La ecología política está fundamentalmente aliada con las luchas de los pobres, los campesinos, los indígenas y los demás explotados y marginados. Es precisamente este compromiso el que separa la ecología política de los otros campos académicos que estudian las relaciones entre la sociedad y la naturaleza. Así, las y los ecólogos políticos buscan no solamente entender los procesos ecológicos, sino construir un entendimiento de las relaciones socio-naturales, con una orientación hacia justicia ambiental y políticas radicales.

Dada este base intelectual, nos podemos preguntar,  ¿Qué tipo de ecología política necesitamos para el Siglo XXI? El neoliberalismo no ha desaparecido (lastimosamente), pero es innegable que ya no disfruta de la hegemonía que tenía hace 10 o 20 años.  Antes de celebrar, hay que cuestionar: ¿qué viene después?

Logo del Primer Congreso Latinoamericáno de Ecología Política. Fuente: http://congresoecologiapolitica.uchilefau.cl

Logo del Primer Congreso Latinoamericáno de Ecología Política. Fuente: http://congresoecologiapolitica.uchilefau.cl

Un nuevo imaginario geográfico: La ecología política concreta como una forma de praxis

Creo que necesitamos un nuevo imaginario geográfico para reemplazar las divisiones ideológicas norte/sur, occidente/oriente, Tercer Mundo/Primer Mundo, desarrollado/sub-desarrollado. Nos toca construir un nuevo idioma para entender el mundo en toda su complejidad. Necesitamos una ecología política para entender las crecientes relaciones Sur-Sur; al mismo tiempo, para entender la pobreza, explotación y marginalización cada vez más aguda en los centro metropolitanos del norte.

Para indagar y efectuar cambios en este nuevo mundo, necesitamos una ecología política anti-colonial, trans-hemisférica e intercultural. Va a ser una lucha larga y difícil, que necesitará compromisos, colaboración y coordinación.  Pero este es nuestro desafío.

¿Qué significa todo esto para la ecología política como campo académico y de acción social/política?  La vía en adelante requiere que forjamos una ecología política verdaderamente transnacional, intercultural y poli-lingüística.  Hay que abrir espacios de interacción, de solidaridad y de aprendizaje. Necesitamos una ecología política que reconozca la historia, los colonialismos pasados y presentes, pero que entienda que la historia no tiene que ser una trampa.

Para forjar una ecología política trans-hemisférica y anticolonial, necesitamos reconocer nuestro pasado y presente colonial para trascenderlos en el futuro. Esto, en su turno, requiere el duro trabajo de traducción—literal y metafóricamente.

Para retomar las palabras de Stuart Hall, es un proyecto contingente y sin garantías. Existe la posibilidad del fracaso, de que no podamos sobrepasar las distancias de la geografía y la historia.

Es aquí que encontramos la importancia del concepto gramsciano de “praxis”—la práctica informada por la teoría.  Si el concepto de la ecología política en el abstracto es una aporía, necesitamos entender la ecología política concreta como una forma de praxis.  Para parafrasear a Marx, en su última tesis sobre Feuerbach, el punto no es simplemente entender el mundo, sino cambiarlo.

La ecología política, como forma de praxis, es una vía—metodológica, teórica y política—de comenzar. Y si esta conferencia—como espacio de intercambio sumamente inspirador—es una indicación, estamos en vía de construir justamente este tipo de ecología política.

*Tom Perreault es profesor de Geografía en la Universidad de Syracuse en Nueva York. Este texto es una versión reducida de su Ponencia Magistral presentada en el Congreso Latinoamericano de Ecología Política, Santiago de Chile el 24 de octubre de 2014.

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